lunes, 1 de diciembre de 2008

Leni Riefenstahl ( 1902- 2004)



Leni Riefenstahl fue una mujer increíble. Nació en Berlín en 1902 y murió 101 años después. Tuvo una vida apasionante que llenó de aventuras y trabajo. Su influencia en el cine de los años 30 ha dejado en el mundo una huella imborrable. Aunque hay que decir que estuvo muy vinculada a la ideología nazi en sus inicios, aportó muchas innovacionesal séptimo arte.
Tenía una especial sensibilidad artística, pues de muy joven inició la carrera de la danza. Una lesión le impidió seguir bailando y optó por continuar con el cine. Protagonizó varias películas y aprendió a manejar la cámara de la mano de Con Fanck.
Con la película El acorazado Potemkin de Einsenstein decidió dedicarse de lleno al cine. La actriz siguió avanzando en su carrera profesional. Valiente e inconformista comenzó a dirigir películas, la primera, La luz azul.
Se convirtió en la cineasta número uno del nuevo régimen. Dirigió varios documentales a favor de la dictadura, entre ellos El triunfo de la voluntad. Esta famosa película tuvo una gran repercusión en el mundo de la comunicación. Fue un encargo de Hitler con motivo del Congreso del Partido Nacionalsocialista en 1934, en la emblemática ciudad de Nuremberg. Fueron utilizadas 35 cámaras al mismo tiempo para grabar el encuentro, toda una puesta en escena.
El dictador tenía a su servicio el documental en el que trabajaba Leni, una mujer a la que admiraba enormemente.
En esta producción cinematográfica se retrata el nazismo como un movimiento de masas. El cine era una buena estrategia para la unión del pueblo. Este es uno de los mejores ejemplos -entre miles- de la importancia del cine en esta época. El Estado lo utilizaba como propaganda. Era una forma de educar a las masas política e ideológicamente.
Gracias a sus buenas relaciones con el führer siempre tuvo todo tipo de recursos a su alcance para la producción de películas, algo de lo que el resto de cineastas no gozaban en esa época de control riguroso.
Otra de sus grandes obras fue Olimpya, en la que filmó con gran éxito la Olimpiadas de 1936 que se celebraron en Berlín.
Sus años al lado del régimen le pasaron factura más tarde. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial fue sometida a un duro juicio y eximida de culpa. Ella siempre declaró no estar de acuerdo con todo lo el horror ocurrido. Decía que había pecado de inocente y no de mala voluntad.
En 1950 comenzó una nueva etapa de su vida y se fue a explorar las tierras africanas como fotógrafa. Allí tomó imágenes de la tribu de Los Nuba, que dieron la vuelta al mundo. Se instaló con los nativos y aprendió su lengua, era una artista comprometida.
Los últimos años de su vida no fueron menos intensos que los de su juventud. Continuó filmando la naturaleza, haciendo submarinismo y tirándose en paracaídas. Una vida emocionante de principio a fin.

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